EL PROPIETARIO Y EL CLIENTE




 

EL PROPIETARIO Y EL CLIENTE


Lo encontró en una maloliente tienda. No es un tintero cualquiera, decía el propietario, es mágico y hará realidad sus deseos. La pega: tiene letra pequeña. ¿Qué letra pequeña? Preguntó el cliente, un escritorzuelo que apenas ganaba para vivir.
    El propietario negó, si lo decía, perdería su poder.
    El cliente pensó que era una triquiñuela, una estafa, y que no picaba.
    El propietario repuso que sellaría esa letra pequeña dentro de un sobre, pero, si lo abría, el tintero perdería su poder.
    El desespero de Félix, nuestro cliente, era tal que lo compró, aunque nunca llegó a creérselo, y más, después de ver los resultados. Le habían timado, esa era la letra pequeña, y tampoco podría reclamar, pues había sido advertido. Sin embargo, un editor, amigo del propietario, leyó un trabajo y le dijo que era sublime, solo que demasiado avanzado para la época. Félix se maldijo, pues esa era la letra pequeña: la gloria póstuma. Pero entonces pensó, si he conseguido hacer algo sublime, ¿no podré adecuarlo a este tiempo?
    Y eso hizo. Trabajó duro. El hambre y las deudas se convirtieron en sus compatriotas. La soledad su alidada. Finalmente, en el cenit de su vida, recibió la ansiada respuesta: había escrito una obra magna.
    Orgulloso, se acordó del propietario. Había vencido.
    Victorioso, fue a buscar el sobre. Quería rasgarlo.
    Trastabilloso, cayó fulminado, porque lo leyó.

Días después, encontraron su cuerpo con una hoja manuscrita entre manos:


Tintero: el detonante.

Magia: el esfuerzo.

Pago: una vida de dedicación.