Este mes participo en el reto de VadeReto, donde hay que escribir una historia de terror ambientad en el otoño pero dejándose de lado los típicos clichés que acompañan al miedo. Bueno, no sé si lo conseguí o qué, pero ahí queda eso.
El señor Estrella
—Mara. Mírame cuando te hable —dice Carol, voz aguda, casi histérica—, ¿dónde has encontrado eso?
Mara, su hija, gesto juguetón, no quita ojo de la mesita de té y sus dos sillitas. En una está Pardo, su osito de peluche. En la otra Juana, la muñeca de trapo. Encima de la mesa hay un juego de tazas viejas de su abuela junto con una tetera agrietada. A un lado, sobre la misma, como si fuera un comensal más, descansa una rojiza hoja de arce.
—Es el señor Estrella, mami.
Su madre carraspea y se lleva las manos a la boca. Luego mira a Jonny, su marido. Tiene la misma cara de angustia.
—A ver —Carol trata de hablar con calma, aunque nerviosa, trémula—, ¿dónde has encontrado al señor... Estrella?
Mara ríe y se posiciona delante de la mesita. Su vestidito sucio y amarillo revolotea como si estuviera mecido por el viento.
—Quiere té, mami, el señor Estrella quiere té.
—¡Mara, por favor!, ¿dónde? —grita el padre, la niña da un respingo.
Carol suspira y le agarra el brazo a su marido. Tiene cinco años, se dice, no entiende la gravedad del asunto, además, tampoco es necesario que lo haga.
—Mara, venga —ahora Carol, voz dulce, pero de verdad—, solo queremos saber dónde la has encontrado, nada más.
Mara vuelve a sonreír, algo que contrasta con la expresión de sus padres.
—Cerca del campo del señor Bom.
—En el campo de... ¡mierda! —Jonny mira a Carol—, eso está a tres calles de aquí.
Carol entrecierra los ojos con fuerza. Demasiada tensión en tan pocos minutos.
—Otra vez... —le dice entonces a Jonny—, no puede ser, ¡dime que no puede ser!
Jonny suspira y la abraza, aunque esta siga rígida, casi ida.
—Eso explica por qué los Tomelloso se fueron hace dos días.
Ella se aparta de su abrazo.
—No me jodas, Jonny..., dime que no..., ¡no!
El grito de Carol se come el resto de estímulos hasta formar un tenso silencio. Jonny baja la mirada ante la inquisidora atención de su esposa. Una brizna de aire entra por la ventana del salón removiendo el polvo de la mesa principal. Varios platos viejos, vasos agrietados y cubiertos oxidados aguardan la cena. Tres sillas carcomidas parecen no esperarles. Afuera, el sol comienza a ponerse. Tiene ese tono rojizo, casi el mismo que desprende la hoja de arce rugosa.
Como la otra vez.
Mara, sin embargo, se desentiende y comienza a corretear por la estancia. Tropieza con la mecedora vieja. Luego se sienta y balancea. Le gusta el chirriar de su movimiento. A los cinco segundos se baja y comienza a empujarla, como si estuviera columpiando a alguien. Carol la mira con vista vacía. Otra vez, se dice, otra vez.
—Hay que ir —interviene Jonny.
Su mujer recobra la vitalidad y lo observa, ojos entrecerrados.
—¿Qué?
Jonny titubea.
—Hay que devolverla al lugar dónde la encontró.
Mara vuelve a sonreír, algo que contrasta con la expresión de sus padres.
—Cerca del campo del señor Bom.
—En el campo de... ¡mierda! —Jonny mira a Carol—, eso está a tres calles de aquí.
Carol entrecierra los ojos con fuerza. Demasiada tensión en tan pocos minutos.
—Otra vez... —le dice entonces a Jonny—, no puede ser, ¡dime que no puede ser!
Jonny suspira y la abraza, aunque esta siga rígida, casi ida.
—Eso explica por qué los Tomelloso se fueron hace dos días.
Ella se aparta de su abrazo.
—No me jodas, Jonny..., dime que no..., ¡no!
El grito de Carol se come el resto de estímulos hasta formar un tenso silencio. Jonny baja la mirada ante la inquisidora atención de su esposa. Una brizna de aire entra por la ventana del salón removiendo el polvo de la mesa principal. Varios platos viejos, vasos agrietados y cubiertos oxidados aguardan la cena. Tres sillas carcomidas parecen no esperarles. Afuera, el sol comienza a ponerse. Tiene ese tono rojizo, casi el mismo que desprende la hoja de arce rugosa.
Como la otra vez.
Mara, sin embargo, se desentiende y comienza a corretear por la estancia. Tropieza con la mecedora vieja. Luego se sienta y balancea. Le gusta el chirriar de su movimiento. A los cinco segundos se baja y comienza a empujarla, como si estuviera columpiando a alguien. Carol la mira con vista vacía. Otra vez, se dice, otra vez.
—Hay que ir —interviene Jonny.
Su mujer recobra la vitalidad y lo observa, ojos entrecerrados.
—¿Qué?
Jonny titubea.
—Hay que devolverla al lugar dónde la encontró.
Carol niega repetidas veces. Mara, sin embargo, deja de jugar y se encara a su padre. No le ha gustado eso que ha dicho. Le agarra del brazo y le implora que no se lleve al señor Estrella, es su amigo. Su padre, sin embargo, ríe, algo forzado, se pone en cuclillas de cara a su hija y le dice que tienen que hacerlo, que es lo mejor.
—Además —continúa—, tendrás que acompañarme, princesita, hemos de dejar al señor Estrella tal y como lo encontraste.
Mara tuerce el gesto, se enfurruña, aunque de pronto se le vuelve a iluminar.
—¿Puede venir Anton? —agrega entonces.
—¿Quién?
—¡Anton!, la encontramos yo y él.
Carol abre los ojos, Jonny da un espasmo de cabeza tan fuerte que se le revuelve el pelo.
—¿Quién es Anton? —dice mirando a su mujer.
Ella respira profundamente.
—Es el hijo de los Ramirez. Son muy amigos.
—¡El hijo de los Ramirez! —exclama Jonny, ella asiente—. ¡El hijo de mi «amigo» Rob Ramirez! ¡¡¡Joder!!! —Y entonces sale del salón.
—¡No!, ¡Jonny! —Carol le sigue. Luego se internan en la cocina. El olor salado de los dispensarios le asalta junto con la penumbra que un candil solitario no puede abastecer. Comienza a hacerse de noche.
—Además —continúa—, tendrás que acompañarme, princesita, hemos de dejar al señor Estrella tal y como lo encontraste.
Mara tuerce el gesto, se enfurruña, aunque de pronto se le vuelve a iluminar.
—¿Puede venir Anton? —agrega entonces.
—¿Quién?
—¡Anton!, la encontramos yo y él.
Carol abre los ojos, Jonny da un espasmo de cabeza tan fuerte que se le revuelve el pelo.
—¿Quién es Anton? —dice mirando a su mujer.
Ella respira profundamente.
—Es el hijo de los Ramirez. Son muy amigos.
—¡El hijo de los Ramirez! —exclama Jonny, ella asiente—. ¡El hijo de mi «amigo» Rob Ramirez! ¡¡¡Joder!!! —Y entonces sale del salón.
—¡No!, ¡Jonny! —Carol le sigue. Luego se internan en la cocina. El olor salado de los dispensarios le asalta junto con la penumbra que un candil solitario no puede abastecer. Comienza a hacerse de noche.
—Jonny, por favor.
Este le ignora y agarra un enorme cuchillo de caza que estaba encima de uno de los dispensarios. Varias migas de pan caen al hacerlo.
—Carol, si ese Anton habla, estamos perdidos.
—Pero... Es solo un niño, no puedes...
Él niega mientras ella comienza a sollozar, cada vez más nerviosa.
—Jonny, escucha —le pilla del brazo—, seguro que ni le dio importancia, ¡es un niño! Para ellos todo es un juego, seguro que ni se acuerda... Venga, vayamos a dejar la hoja al jardín de Bom. Vayamos los tres y olvidémonos de todo este embrollo.
Él da un tirón y la arroja al suelo. Luego trata de irse, pero se queda quieto de espaldas, en silencio, y aferrando el cuchillo. Tiene miedo, lástima, horror. Sentimientos que reflejados en su mujer. ¿Por qué?, piensa, ¿Por qué han de vivir este calvario de nuevo?
El candil de la cocina los rocía con nuevos tipos de sombras. La noche ya es un personaje más y la afasia se ha adueñado de la estancia. Ella aún en el suelo. Él sintiendo el tacto de cuchillo con mayor aspereza. De fondo, Mara entona una cancioncilla. Parece que sigue jugando en el salón. Un ruido de tazas chocando lo corrobora. Un ruido de cerámica vieja junto con el crepitar de algo rugoso partiéndose; algo alegórico, analógico, como una cosa que no debiera romperse, como... ¿una hoja seca?
—¡Mara! —gritan los dos al unísono mientras, como un resorte, se precipitan hacia el salón.
En él se encuentran a su hija junto a la mesilla. En la mano tiene un trozo de algo anaranjado.
Este le ignora y agarra un enorme cuchillo de caza que estaba encima de uno de los dispensarios. Varias migas de pan caen al hacerlo.
—Carol, si ese Anton habla, estamos perdidos.
—Pero... Es solo un niño, no puedes...
Él niega mientras ella comienza a sollozar, cada vez más nerviosa.
—Jonny, escucha —le pilla del brazo—, seguro que ni le dio importancia, ¡es un niño! Para ellos todo es un juego, seguro que ni se acuerda... Venga, vayamos a dejar la hoja al jardín de Bom. Vayamos los tres y olvidémonos de todo este embrollo.
Él da un tirón y la arroja al suelo. Luego trata de irse, pero se queda quieto de espaldas, en silencio, y aferrando el cuchillo. Tiene miedo, lástima, horror. Sentimientos que reflejados en su mujer. ¿Por qué?, piensa, ¿Por qué han de vivir este calvario de nuevo?
El candil de la cocina los rocía con nuevos tipos de sombras. La noche ya es un personaje más y la afasia se ha adueñado de la estancia. Ella aún en el suelo. Él sintiendo el tacto de cuchillo con mayor aspereza. De fondo, Mara entona una cancioncilla. Parece que sigue jugando en el salón. Un ruido de tazas chocando lo corrobora. Un ruido de cerámica vieja junto con el crepitar de algo rugoso partiéndose; algo alegórico, analógico, como una cosa que no debiera romperse, como... ¿una hoja seca?
—¡Mara! —gritan los dos al unísono mientras, como un resorte, se precipitan hacia el salón.
En él se encuentran a su hija junto a la mesilla. En la mano tiene un trozo de algo anaranjado.
—Mamá, se ha roto, el señor Estrella se ha roto.
Jonny entrecierra los ojos con fuerza y se le cae el cuchillo al suelo. Carol, se precipita hacia ella y agarra los tres trozos en que ha quedado la hoja. Ahora sí que no hay vuelta atrás. Su hija le agarra de la mano, también está apenada, el señor Estrella era su nuevo mejor amigo.
De pronto, Jonny da un respingo y se dirige hacia el ventanal. Corre un cortinaje agujereado y amarillento. Luego se acerca al candil más cercano y lo apaga quedando otro pequeño a la entrada.
—¿Qué haces? —le pregunta Carol, voz indiferente, plana.
Jonny entrecierra los ojos con fuerza y se le cae el cuchillo al suelo. Carol, se precipita hacia ella y agarra los tres trozos en que ha quedado la hoja. Ahora sí que no hay vuelta atrás. Su hija le agarra de la mano, también está apenada, el señor Estrella era su nuevo mejor amigo.
De pronto, Jonny da un respingo y se dirige hacia el ventanal. Corre un cortinaje agujereado y amarillento. Luego se acerca al candil más cercano y lo apaga quedando otro pequeño a la entrada.
—¿Qué haces? —le pregunta Carol, voz indiferente, plana.
—Tenemos que tapiar las ventanas. Atrancaremos la puerta. Hay víveres para varias semanas, meses si lo administramos bien.
Carol cierra la mano y arruga por completo la hoja. Mara da gritito, tenue. Luego se levanta y se dirige a su esposo. Cara totalmente serena y voz monótona, sin tono.
—¿Eres idiota? Tenemos que irnos.
Jonny se paraliza. Su mujer tiene razón. Solo que...
—¿Me estás escuchando, pedazo de imbécil? Hay que irse. Prepara el carro antes de que los caballos se adormezcan. Yo voy haciendo los enseres.
Acto seguido sale ante la vacía mirada de su marido. Mara la sigue. En la cocina coloca un trapo encima de la mesa y comienza a sacar alimentos y poniéndolos encima.
—Mara —le dice a su hija, voz inusualmente dulce—. Ve a tu cuarto y coge todas las cosas que quieras llevarte.
—Pero...
—¡Hazlo! —El grito ha sido tal que la niña responde sin rechiste.
Luego cierra el trapo en una bolsa y la deposita junto a la puerta de salida. Por un lateral del pasillo aparece Jonny con un saco marrón y viejo que deposita al lado de la comida. Parece más recompuesto.
—Venga, voy a ver los caballos, tu pilla algo más —dice él.
Sin embargo, no se mueven. Permanecen quietos escrutándose, como si se hubiera detenido el tiempo. Una lágrima parece recorrer la cara de Carol. Jonny se la seca y le besa en la mejilla. Ella trata de sonreír. Ojalá se detuviera el tiempo, piensa, pero lo que ocurre es otra cosa: unos fuertes golpes; alguien está llamando a la puerta. ¿Tan tarde?
Carol agarra a Jonny, este se lleva el dedo al labio en señal de que no produzca ningún estímulo.
Los golpes vuelven a sucederse. Ahora más fuertes.
—Abrid, sé que estáis ahí. —Es una voz conocida, casi amiga—. Jonny, ¡abre, joder!
Carol respira fuerte y abre. La figura de Rob Ramírez asoma por el dintel. Es un hombre alto, un par de años mayor que Jonny, complexión gruesa. Lleva una rebeca gris llena de pelusas, camisa blanca y unos abultados pantalones de lana junto con varias bolsas colgaderas.
—Rob... —titubea Jonny—, ¿qué pasa, amigo?
El tal Rob se adentra sin decir ni esperar nada.
—¿Por qué no abríais? Ya están las cosas demasiado difíciles como para que os andéis con jueguecitos.
—¿Difíciles?
—Sí, ¿no os habéis enterado de lo de los Tomelloso? Se han marchado, y ya es la tercera familia esta semana. El pueblo se está quedando vacío.
Jonny hace como que no sabe. Carol ni le imita ni se mueve.
—Vaya —suelta Rob, sonrisa bien ancha mirando la estancia con descaro—, hacía tiempo que no venía por vuestro casoplón. ¿Y Mara?
—Está... —se apresura a decir Carol—Está durmiendo.
—¡Ah!
Acto seguido se interna por el pasillo. La penumbra pasa por ese corredor como parte de uno más. Telarañas permanecen expectantes junto montones de polvo rinconeros.
—Malos tiempos, ¿verdad, Jonny? —Rob da un barrido por el pasillo, se asoma la cocina y vuelve a mirarlo—. Parece que está volviendo a pasar eso que nadie queremos admitir.
Jonny calla y baja la vista. Rob ríe. Una dentadura mellada y amarillenta. Sus ojos pequeños y juntos resaltan como pequeñas perlas malditas.
—Tienes razón, amigo. Es mejor no nombrar lo innombrable, pero, por muy tabú que sea, es evidente que es una realidad. La oscuridad se cierne sobre los campos, el día cada vez es más corto, el calor abandona los hogares, y luego están esas cosas...
—La gente solo tiene miedo, amigo —corta Jonny.
—No —complementa Rob—, la gente se vuelve majara con los cambios. —Esto lo dice mirando los bultos de tela que han dejado minutos antes en la entrada. La sonrisa se le ensancha un poco más.
Jonny comienza a sentir la frente perlándose. Mira a Carol. Está permanece igual de tensa. Entonces, suena un chasquido procedente del cuarto de Mara junto con el típico canturreo que hace cuando juega con sus muñecas. Rob abre los ojos, les mira, más sonriente aún, y da unos toquecitos a las bolsas.
—¿Sabéis? Creo que no estamos siendo muy sinceros, ¿no os parece?
Jonny mueve la cabeza de forma espasmódica y se le acerca. Nota el pulso en cada parte de su cuerpo.
—Rob, amigo, no es buen momento, ¿a qué coño has venido?
Rob se cuadra y, de un plumazo se le borra la sonrisa.
—¿De verdad quieres saberlo?
Acto seguido mete la mano en una de sus bolsas colgaderas y la vuelve a sacar cerrada en un puño delante de la cara de Jonny. Algo no va bien, lo siente. Rob sigue:
—Esta tarde tu hija y mi hijo han estado jugando por la parcela de Bom. —Entonces abre la mano. Unas volutas marrones, restos de otra hoja de arce seca, caen en volandas hacia el suelo.
Jonny abre los ojos, Carol, se lleva las manos a la boca. Rob, sin embargo, con una rapidez sorpresiva, de otra bolsa colgadera, saca un enorme facón y lo lleva al cuello de Jonny.
—Amigo, ya sabes a qué coño he venido.
—¿Eres idiota? Tenemos que irnos.
Jonny se paraliza. Su mujer tiene razón. Solo que...
—¿Me estás escuchando, pedazo de imbécil? Hay que irse. Prepara el carro antes de que los caballos se adormezcan. Yo voy haciendo los enseres.
Acto seguido sale ante la vacía mirada de su marido. Mara la sigue. En la cocina coloca un trapo encima de la mesa y comienza a sacar alimentos y poniéndolos encima.
—Mara —le dice a su hija, voz inusualmente dulce—. Ve a tu cuarto y coge todas las cosas que quieras llevarte.
—Pero...
—¡Hazlo! —El grito ha sido tal que la niña responde sin rechiste.
Luego cierra el trapo en una bolsa y la deposita junto a la puerta de salida. Por un lateral del pasillo aparece Jonny con un saco marrón y viejo que deposita al lado de la comida. Parece más recompuesto.
—Venga, voy a ver los caballos, tu pilla algo más —dice él.
Sin embargo, no se mueven. Permanecen quietos escrutándose, como si se hubiera detenido el tiempo. Una lágrima parece recorrer la cara de Carol. Jonny se la seca y le besa en la mejilla. Ella trata de sonreír. Ojalá se detuviera el tiempo, piensa, pero lo que ocurre es otra cosa: unos fuertes golpes; alguien está llamando a la puerta. ¿Tan tarde?
Carol agarra a Jonny, este se lleva el dedo al labio en señal de que no produzca ningún estímulo.
Los golpes vuelven a sucederse. Ahora más fuertes.
—Abrid, sé que estáis ahí. —Es una voz conocida, casi amiga—. Jonny, ¡abre, joder!
Carol respira fuerte y abre. La figura de Rob Ramírez asoma por el dintel. Es un hombre alto, un par de años mayor que Jonny, complexión gruesa. Lleva una rebeca gris llena de pelusas, camisa blanca y unos abultados pantalones de lana junto con varias bolsas colgaderas.
—Rob... —titubea Jonny—, ¿qué pasa, amigo?
El tal Rob se adentra sin decir ni esperar nada.
—¿Por qué no abríais? Ya están las cosas demasiado difíciles como para que os andéis con jueguecitos.
—¿Difíciles?
—Sí, ¿no os habéis enterado de lo de los Tomelloso? Se han marchado, y ya es la tercera familia esta semana. El pueblo se está quedando vacío.
Jonny hace como que no sabe. Carol ni le imita ni se mueve.
—Vaya —suelta Rob, sonrisa bien ancha mirando la estancia con descaro—, hacía tiempo que no venía por vuestro casoplón. ¿Y Mara?
—Está... —se apresura a decir Carol—Está durmiendo.
—¡Ah!
Acto seguido se interna por el pasillo. La penumbra pasa por ese corredor como parte de uno más. Telarañas permanecen expectantes junto montones de polvo rinconeros.
—Malos tiempos, ¿verdad, Jonny? —Rob da un barrido por el pasillo, se asoma la cocina y vuelve a mirarlo—. Parece que está volviendo a pasar eso que nadie queremos admitir.
Jonny calla y baja la vista. Rob ríe. Una dentadura mellada y amarillenta. Sus ojos pequeños y juntos resaltan como pequeñas perlas malditas.
—Tienes razón, amigo. Es mejor no nombrar lo innombrable, pero, por muy tabú que sea, es evidente que es una realidad. La oscuridad se cierne sobre los campos, el día cada vez es más corto, el calor abandona los hogares, y luego están esas cosas...
—La gente solo tiene miedo, amigo —corta Jonny.
—No —complementa Rob—, la gente se vuelve majara con los cambios. —Esto lo dice mirando los bultos de tela que han dejado minutos antes en la entrada. La sonrisa se le ensancha un poco más.
Jonny comienza a sentir la frente perlándose. Mira a Carol. Está permanece igual de tensa. Entonces, suena un chasquido procedente del cuarto de Mara junto con el típico canturreo que hace cuando juega con sus muñecas. Rob abre los ojos, les mira, más sonriente aún, y da unos toquecitos a las bolsas.
—¿Sabéis? Creo que no estamos siendo muy sinceros, ¿no os parece?
Jonny mueve la cabeza de forma espasmódica y se le acerca. Nota el pulso en cada parte de su cuerpo.
—Rob, amigo, no es buen momento, ¿a qué coño has venido?
Rob se cuadra y, de un plumazo se le borra la sonrisa.
—¿De verdad quieres saberlo?
Acto seguido mete la mano en una de sus bolsas colgaderas y la vuelve a sacar cerrada en un puño delante de la cara de Jonny. Algo no va bien, lo siente. Rob sigue:
—Esta tarde tu hija y mi hijo han estado jugando por la parcela de Bom. —Entonces abre la mano. Unas volutas marrones, restos de otra hoja de arce seca, caen en volandas hacia el suelo.
Jonny abre los ojos, Carol, se lleva las manos a la boca. Rob, sin embargo, con una rapidez sorpresiva, de otra bolsa colgadera, saca un enorme facón y lo lleva al cuello de Jonny.
—Amigo, ya sabes a qué coño he venido.
Buenas tardes, Pepe.
ResponderEliminar¡¡¡Maravilloso!!! 👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼
Me has llevado en volandas hasta la última palabra, poniéndome los vellos de punta y dejándome con la boca abierta ante ese final.
¡Grandioso!
Me encanta cuando se deja que la historia siga en nuestras cabezas. El terror se magnifica, porque cada uno lo adorna con sus propios miedos y su imaginación. Creo que se me ha manchado la pantalla, espero que sea de ketchup. 😂😝
El ritmo es trepidante y la narración cautivadora, intensa y bella. Has sabido atraparme y es sublime la forma en que causas el terror sin necesidad de especificar a qué. Eso es difícil, te lo aseguro. Cuando terminas de leer, te das cuenta que no hace falta explicar nada más, que cada uno visualice lo que crea. ¡Sombrerazo! 🎩👍🏼
Un maravilloso regalo para nuestro VadeReto.
Muchísimas gracias. 🤗👍🏼
Un abrazo grande.
Hola, José, pues un dia leí que el terror es eso que forma parte de nosotros mismos que no podemos controlar, y es ahí donde puede radicar un terror distinto, sin necesidad de que sea mostrado, ni explicito, sino más conceptual y del cual es imposible escapar.
EliminarMe alegra mucho que te gustara, la verdad es que fue ver el reto y comenzó a forjarse la idea, y el resto ya fue un no parar. Nos vemos en el proximo reto, espero, las musas son caprichosas, je, je.
Un abrazo y nos leemos!
Hola Pepe
ResponderEliminarMagnífico relato de terror a un mcguffin sin definir. La escena es una repetición de la que se ha producido hace unos minutos en casa del famoso Ramírez.
Aunque aquí el terror está expresamente indefinido, es algo que traerá unas consecuencias devastadoras a juzgar por el miedo de la esposa.
Para no perder la costumbre , y para jugar un rato, me siento a conjeturas que las dos familias son viajeros del tiempo, llegados del futuro. La localización y el tiempo me los imagino como vecinos de la familia Engels ( bueno , de la casa de la pradera, no sé cómo se escribe el sellado. Y el terror proviene de las consecuencias que traerá en el futura haber cogido aquella hoja. Como se saben culpables tienen que eliminar los testigos.sbrazoo, Pepe
Sellado, no. Apellido.
EliminarNo corrijo los errores tipográficos, porque con el movil, cuando corrijo algo, se me cierra la página y se borra todo lo que he escrito.
Saludoss
Gabiliante, he de decir que me dejas con la boca abierta con tus interpretaciones y conjeturas. Un viaje en el tiempo y que esa hoja sea la causante de la paradoja más macabra... Sinceramente, brillante premisa. Habrá que darle cuerda.
EliminarUn abrazo!
Terror psicológico, terror a lo desconocido, terror a adivinar el origen y el final de esta tremenda historia que has ido desgranando con un detalle y maestría sobresaliente. El ambiente, tan bien detallado, le da un toque infalible que acrecienta la atención del lector. Y al final, nos dejas, al menos a mí, con las dudas típicas de un final abierto que cada uno puede cerrar a su antojo. Lo más memorable de este relato es que nos mantiene en vilo de principo a fin, haciendo volar nuestra imaginación.
ResponderEliminarUn abrazo.
Así es, Josep, un relato para con final ambiguo y que deja que cada uno batalle con sus miedos, o por lo menos eso es lo que se pretende. Porque el miedo es más cosa nuestra que de lo leído, o visualizado, es esa manera de empatizar y de encontrarse a sí mismo, un poco pretencioso pero hay que intentarlo, no? Jajajja.
EliminarUn fuerte abrazo, Josep
Hola Pepe , acabo de leer por segunda vez tú relato , ya que anoche lo volví a leer , y la verdad es que no acabo de entender tú relato , puede ser que este un poco espesa , pero no logro saber de que va tú relato.
ResponderEliminarTe deseo una feliz mañana , besos de flor.
Pd , espero no ofenderte si te soy sincera y te doy mi opinión.
Ofenderme para nada, Flor, aquí estoy aprendiendo, es más, te agradecería que me dijeras qué es lo que no entendiste, y así tratar de avanzar o de entender el relato desde un punto de vista alejado al mío.
EliminarMuchas gracias por pasar y un abrazo.
Por cierto, he visto que has participado también en el reto de VadeReto. Paso a leerte rn breve.
Hola pepe, esta tarde te mandaré un correo vale, ahora voy a hacer la comida y no tengo tempo, besos de flor.
Eliminar¡Hola, Pepe! Menuda historia! Un relato muy equilibrado entre diálogos para leer e interpretar entre líneas, y descripciones que nos muestran un mundo agotado y gastado. Una amenaza latente que viene del exterior, el hogar como símbolo del refugio en el que creemos sentirnos seguros. Sin duda, das toda una invitación para que el lector elucubre y dé forma a esa amenaza que al final toma cuerpo en Rob. Esas cosas, está volviendo a pasar, la hoja de arce, el jardín de Bom... Muchos elementos que al enlazarlos podrían lograr nuevas historias. Un abrazo!!
ResponderEliminarYa sabes lo que me gustan las distopías, David, y en este caso me quedé corto. La dejé para que la gente se hiciera su propia idea, es ahí donde el miedo alcanza las cotas más altas. Porque ya sabes, "el miedo es eso que forma parte de nosotros mismos que no podemos controlar", o algo así, ya hace tiempo de ese relato, jajaja.
EliminarUn abrazo y nos leemos!
Hola Pepe. Una historia espeluznante por la cantidad de elementos que sugieren diferentes caminos. Me encantó. Un abrazo 🐾
ResponderEliminarMuchíasimas gracias, Rosa.
EliminarMe alegra que te aterrara.
Un abrazo
Hola Pepe , soy flor
ResponderEliminarPásame tu correo a mi blog.
Por favor , te deseo una feliz noche.
Ya te mande el correo , besos de flor.
EliminarMuchas gracia, Flor.
EliminarHola Pepe... Sinceramente nunca dejas de sorprenderme con tus historias. Un ritmo acelerado. Me encantó. Abrazos
ResponderEliminarQuizás demasiado acelerado, pero es que ya era demasiado largo el relato, y la cosa se nos fue a todos de las manos, tanto a mí como a los personajes.
EliminarMuchas gracias por pasar y un abrazo!
Hola Pepe, soy la primera en felicitarte por ese tintero de plata.
ResponderEliminar¿Quién me iba a decir a mi que te llevarías el premio con una tortilla de patatas con mil y un ingredientes?
Si ya sabía yo que tu tienes dotes de "Cocinillas" jajajajaja.
Mi más sincera enhorabuena, amigo besos de flor.
Sí, Flor, has sido la primera, pero te equivocaste de relato, je, je, pero te lo agradezco de igual modo, e incluso más efusivamente: ¡¡¡Muchas gracias!!!
EliminarNo me engañes que lo he visto has ganado un tintero de plata, por tu relato de la tortilla, si no por que apareces por allí con tus pinchos de tortilla eh?
EliminarTienes un comentario mío en el ti tero de oro diciéndote que eres muy terco, jajaja besos de flor.
Flor! Ya lo vi, jajaja, me ha hecho mucha gracia. ¿Ves como me felicitaste en este relato en vez de el que envié al Tintero? Aunque sigues siendo la primera que lo hiciste.
EliminarUn abrazo!
Como siempre, hipnotizas con tu prosa. Se sigue todo el relato con una enorme tensión e incertidumbre. Un relato curioso, interesante, y con un punto de extrañeza y desasosiego.
ResponderEliminarUn placer compartir contigo impresiones y aun más volverte a felicitar por tu gran talento!
Un abrazo grandote!
Muchas gracias, Maite, en este reto me sentí liberado al no estar bajo el yugo del conteo, aunque tampoco quería pasarme de palabras, quizá por eso me salió con un ritmo alto, aunque eso también ayuda.
EliminarUn abrazo!
Hola Pepe. Por fin saco un rato para leer tu espeluznante relato. La verdad es que la narrativa da gusto, fluida, con las filigranas justas para no cargar el texto pero si darle un toque de calidad y solvencia literaria, apoyado por igual en la prosa y los diálogos y sobre todo con un manejo exquisito de la tensión narrativa, introduciendo a cada poco giros que incrementan el interés y nos mantienen pegados a la pantalla. En ese sentido es un relato para disfrutar y aprender. He de confesar por otro lado que no soy muy amigo de los finales demasiado abiertos, pues es con un final sorprendente pero elaborado y coherente con lo que pienso que se deja un buen sabor de boca en el lector. Creo interpretar en tu relato que se ambienta bien en una época siglo XVIII o XIX, o en un poblado tipo Amish que vive según costumbres antiguas, donde se mezclan superstición y miedo. Las hojas secas, el frío, los días cortos... nos van dibujando un paisaje de un invierno que se acerca y que todos temen como un periodo de escasez (winter is coming, incluso algunos nombres como Rob o Jon (Johnny) recuerdan a la popular serie), al tiempo que las familias van abandonando el pueblo en busca de mejores perspectivas. Hay un miedo atávico a enfrentarse al invierno y sobre todo a reconocer su presencia, como si ignorándolo pudiera retrasarse su llegada. La solución que idea Johnny, matar al hijo de Rob para borrar pistas sobre el descubrimiento de las hojas caídas de los árboles, parece que es la misma que idea Rob, matar a la hija de Johnny, y ese es el motivo de su inquietante irrupción al final del relato. No queda muy claro el por qué de esa superstición hacia el invierno ni de ese miedo a nombrarlo, tampoco el motivo por el que las familias escapan a escondidas, quizás el control que Rob ejerce sobre el poblado se ve mermado por la espantada masiva, y el castigo por ser descubiertos en la huida es la muerte. Supongo que has querido dejar esas incógnitas abiertas a la libre interpretación de los lectores. Desde luego si la intención era conseguir un relato de miedo original e intrigante, el reto está más que conseguido. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Jorge!
EliminarEl miedo en la literatura es algo distinto al del cine, por ejemplo, o por lo menos eso es lo que he sentido yo al experimentar ambos. En la literatura hay que empatizar de tal forma con el lector para mover sus sentimientos. Aquí trato el miedo a lo desconocido, y por eso lo introduje en un ambiente rural y pasado, donde las supersticiones o miedos hacia cosas que no se entienden cobran otra.dimensión.La dificultad, o reto, fue hacer que eso desconocido fuera el cambio de estación. Algo complicado pues para nosotros es algo muy corriente y lógico. Es ahí, como apuntas con mucha certeza, que la gente rehuya de las cosas que lo relacionen, como si negando la evidencia esta no se diera. Las familias emigran ante esa impotencia, y la gente que queda va perdiendo la chaveta. Esa incertidumbre hacia algo que escapa del control de los personajes es la que se queda al final con Rob que no sabemos hasta dónde llegará.
Yo tampoco soy fan de los finales abiertos, más bien me gusta que me dejen alguna pistita sobre el devenir lógico de los acontecientos, aunque estos sean inverosímiles
Muchas gracias por pasar, Jorge, y por este rato de debate.
Un abrazo y nos leemos!
ResponderEliminarEs fantástico, fantástico.
Responder
Gracias, mucha
EliminarHay algo que no se cuenta, que parece inquietante.
ResponderEliminarY dejás a los lectores en circunstancias similares a Mara, que no sabe que es lo siniestro de la situación.
Bien contado.
Muchas gracias, Demiurgo, esa parte que no se cuenta parece ser la que más ha gustado.
ResponderEliminarUn abrazo!
Tiene un gran contenido aquí, encuentro algo en la medicina herbaria bueno para compartir aquí con cualquier persona que padezca enfermedades como VIH, herpes, hepatitis, diabetes, cáncer de columna, cáncer de estómago, cáncer de vagina, cáncer de vulva,
ResponderEliminarCáncer de testículo, Enfermedades de taquicardia pulmonar, Cáncer de páncreas, Leucemia, Cáncer de hígado, Cáncer de garganta, Escoliosis, Tumor cerebral, Fibromialgia, Toxicidad por fluoroquinolonas Cáncer de vejiga, Cáncer de cerebro, VIH, Herpes, Cáncer de esófago, Cáncer de vesícula biliar, Enfermedad trofoblástica gestacional, Cáncer de cabeza y cuello ,Linfoma de Hodgkin
Cáncer intestinal,Cáncer de riñón,VPH,Cáncer de pulmón,Melanoma,Mesotelioma,Mieloma múltiple,Tumores neuroendocrinos
Síndrome Fibrodisplasia Osificante Progreso esclerosis, enfermedad de Alzheimer, Diarrea Crónica, Enfermedad de Lyme Crónica, Lupus también. Puedo hacerlo, fui a un programa en África occidental sobre moda en otro lado, era VIH positivo. Caminé por un pueblo cercano para ver el horario de nuestro programa, luego encontré un letrero que decía Dr. Itua Herbal Center, luego les pregunté a mis colegas qué pasaba con este mismo hombre llamado Dr. Itua. Ella me dijo que él es un médico herbal y que puede curar todo. tipo de enfermedad caminé hacia él y le expliqué como soy un estrangulador por ahí me preparó medicina herbal y me dijo cómo beberla durante dos semanas, cuando llego a mi habitación de hotel le echo un vistazo entonces dice una oración antes de beberlo sin saber que después de dos semanas fui a hacerme la prueba y descubrí que era negativo Corrí hacia él para pagarle más pero se niega y dice que debería compartir sus obras para mí en todo el mundo para que las personas enfermas puedan ver también Estoy escribiendo mucho sobre él esta temporada, así es como me curé bebiendo la medicina herbal del Dr. Itua. Es un hombre cariñoso con un corazón piadoso. Bueno, todo lo que decidí pasó bien por mí y cómo vas a tratar este nuevo aspecto de tu vida. No tienes que sufrir solo, y está bien pedir ayuda. Tampoco tiene que ser un demonio constante, ya que conocerás tu cuerpo y a ti mismo de una manera mucho más profunda que la mayoría de las personas. Aproveche esto, ya que le ayudará a apreciar Africa Herbal Made.
Información de contacto del Dr. Itua.
Correo electrónico... drituaherbalcenter@gmail.com.
Número de Whatsapp....+2348149277967