La fábrica de papel






—¿De dónde has sacado tanto papel?
    —¿Esto? Es mi nómina, trabajo en la fábrica de papel.
    —¿Y dónde vas con ella?
    —A cambiarlo por plástico.
    —¿Plástico?
    —Sí, en el Mercatrueque no aceptan papel a cambio de alimentos. Solo plástico para embalar.
    —También la aceptan madera para fabricar palés
    —¡Calla, insensato! La madera está carísima. Además, aún no he podido agenciarme de los ladrillos ¡y mañana me viene la hipoteca!
    —¡Ufff!, ¿pagas mucho?
    —Diez a uno por ladrillo construido.
    —Espera ¿Un interés de 9 ladrillos? ¡Qué ganga!
    —Trabajar en el papel te obliga a ratear aquí y allí. Nuestro producto es de los más devaluados del mercado. Aunque tener que ir de un lado a otro para sacar el mejor trueque es agotador.
    —Ya, pero no hay otra.
    —Bueno, si tuviéramos algo que unificara las cosas todos tendríamos la materia necesaria para intercambiar.
    —Eso es muy bonito, pero imposible.
    —¿Imposible? Imagina que pudieras tener un papelajo que simulara una pertenencia. Con ello podrías ir donde quisieras y adquirir lo que necesitaras.
    —¿Y cómo conseguirías ese papelajo?
    —Existirían unas instituciones financieras que lo proporcionaran a cambio de bienes.
    —Es decir, nuestras pertenencias irían directamente a esas instituciones y estas nos darían un recibo en concepto de deuda, ¿no?
    —¡Exacto!
    —¿Pero tú te escuchas? En poco tiempo se formaría un galimatías de papeles y deudas que ni esas instituciones sabrían coordinar.
    —Bueno, el control sería minucioso...
    —Mira, cállate y vente. Te invito a una cerveza, y sin papelajos de por medio.


Punto Jonbar



Punto Jonbar utilizado en este relato es algo enrevesado y un poco fantasioso. Y eso es por la complejidad de la aparición del dinero. En resumen y a grosso modo es porque, prácticamente, dinero y hombre han ido siempre de la mano. Y es que, aunque en los inicios de la historia el comercio se produjera a partir del trueque, habían recursos que, por su dependencia, tenían un valor superior. El grano o los materiales de labranza eran muy cotizados, al igual que los metales preciosos como el oro y la plata. De hecho, la primera moneda apareció en el s. VII A.C. (en Grecia, Turquía o China) troceando estos metales y acuñadas a martillo y con un peso característico. Sin embargo, su tratamiento era similar al del trueque. El conocido como dinero moderno no nació hasta el s. XVII (aunque en China ya se usaba algo parecido a desde el s XI), cuando instituciones financieras permitían cambiar pertenencias, u otras cosas como oro, por bonos o billetes. Sin embargo, aún no tenía el mismo tratamiento del dinero de hoy en día, ya que cada billete debía tener un valor equivalente en oro en deposito. A eso se llamó el patrón oro. No obstante, la necesidad de una financiación sin fondo a causa de la primera guerra mundial o a las grandes crisis económicas, conllevó a la supresión de ese patrón. Los bancos crearon el Modern money mechanics (mecánica del dinero moderno) y comenzaron a fabricar dinero a partir de deuda (es decir, yo no te presto parte de mis depósitos sino algo que he creado a partir de lo que tú me vayas a devolver). Esa manera de crear dinero de la nada propició un aumento desmesurado de la inflación y una deuda que, junto con otros mecanismos asociados como los intereses, ni devolviendo todo el dinero existente del mundo se llegaría a subsanar. Visto así, cada moneda o billete que tenemos en las manos podría ser algo más que deuda; podría ser algo que alguien ha perdido para siempre. Sin embargo, y como toda buena historia distópica, nos deja con un final inquietante y desalentador, ya que podríamos estar a las puertas de otra revolución monetaria con la incursión tan fuerte que están teniendo las criptomonedas.
    Por esto, y después de tanto rollo, el punto Jonbar elegido en el relato, a parte de fantasioso, sería reuniendo tres hechos en uno: la acuñación de la primera moneda, la aparición del dinero moderno y la desarticulación del patrón oro.


 

Reto CL: Fecundación al ajillo

Volvemos otro mes con el reto de la web Café Literautas. Quisiera dar gracias a todos los compañeros que pasaron y contribuyeron a mejorar el relato, destacando a Isan, Isabel, Estrella, Laura, Carlos, Menta, Elena y Vibe.

Muchas gracias y espero que guste.





FECUNDACIÓN AL AJILLO

 (para dos personas).



Ingredientes:

-Un varón sano y con inquietudes viriles intactas.

-Una mujer sana y en estado de gracia.

-Varios botes de jabón, champús y acondicionadores.

-Utillería de afeitado (para él) y de depilación (para ella)

-Cremas hidratantes.

-Perfumes caros, en su defecto no usar nada, ni siquiera imitaciones.

-Pantalón chino ceñido y camisa apretada de mangas largas (para él) si la época lo concibe nada de chaquetas ni jerséis.

-Vestido ajustado de falta un poco por encima de la rodilla (para ella) con tonos oscuros o estampado en flores y símiles a gusto del cocinero.

-Calzado elegante, mejor si es incómodo.

-Detalles varios, pero sin pasarse.

-Maquillaje, puede ser para ambos, aunque lo utilizaremos en su mayoría en ella.

-Paños de cocina y pañuelos suaves (solo si es necesario).

-Billetera sin fondo (generalmente para él) y bolso con los restos de maquillaje (para ella).

-Botellas de «alcoholo» varias; vino sobre todo.

-Una cabeza de ajo y un vaso agua (solo para rematar presentación si el momento llega a su estado funesto)


Elaboración


Cogemos al varón y a la hembra y los pasamos por agua bien caliente. Una vez en remojo vertimos en orden jabón, champú y acondicionador. Con esponja natural, vamos frotando como si estuviéramos despajando un objeto corroído por el tiempo. Una vez bien pulidos, dejamos que sequen, mejor en toalla que en papel secante, y seleccionamos las partes de afeitado/depilado. Aplicamos la espuma en dichas zonas y rasuramos con mimo, cuidado y sin prisa; un pequeño corte puede adulterar todo el proceso. Una vez bien suaves, aplicamos cremas hidratantes y sazonamos con perfume. Aquí la regla la marca el olor corporal y la apariencia de la materia prima o espécimen. Luego maquillaje y terminamos de añadir el resto, salvo el alcohol y el ajo y el agua, por supuesto.

Continuamos ajustando pantalón y camisa al varón. Si fuera necesario rellenar la entrepierna con paños de cocina. Igualmente, rebozamos a la hembra con el vestido. Debemos estar atentos a las bolsas o marcas de ropa interior, en cuyo caso, y para mejor cocción, retirar antes de revestir. Si fuera también necesario, rellenamos con pañuelos suaves los pechos de ella. Una vez terminada la tarea, colocamos zapatos y detalles varios sin pasarse: un peluco brillante para él y pendientes, collar y pulsea para ella. Anillos no más de uno, y nunca de compromiso si no queremos que la cosa se ponga fiera.


Emplatado

 (o momento fecundo).


Todo lo que hagamos en este paso lo realizaremos asegurándonos de que ambos no abandonen el estado cercano a la ebullición; que se mantengan calientes sin que se lleguen a enfriar es crucial. Para ello, abrimos las botellas de vino y alcohol (o «alcoholo»), preferiblemente de marca, aunque un garrafón nos puede ir al uso dependiendo de la edad de los especímenes, y las vertimos sin pudor en una fuente de cocina profunda. Luego, añadimos a la fuente al varón y lo dejamos solo para que se rehogue con el líquido. Cuando haya absorbido un cuarto del volumen inicial de alcohol, no antes y mucho menos después, añadimos a la hembra y los tapamos con un cubre platos para que mantengan el calor y de paso se den algo mutuo durante unos minutos. Máxime cinco.

Transcurrido el tiempo estimado, solo nos queda servir con la consiguiente: Presentación.


Presentación.


Hola, mi nombre es Tal, encantada, yo soy Tal cual, cuéntame algo de ti, ¿de mí?, pues soy un vividor sin ganas de compromiso, ¿y tú?, yo, una solterona con la promiscuidad como aliada. Je, je, je. Ji, ji ,ji. Me lo he pasado súper bien esta noche, yo también, tenemos que repetir, ¡por supuesto!, ¿me das tu teléfono?, no si antes no me das el tuyo. Je, je, je. Ji, ji, ji. Adiós, te llamaré un día de estos, eso espero. Adiós, chiao. Mua, mua.

(Y llegado un día de estos)

Oye, soy yo, ¿y quién eres tú?, ya sabes, soy Tal cual, ¡ah!, ¿qué tal?, pues mira, regulinchi, ¿y eso?, tengo un retraso de dos meses, no me jodas, si te jodo, pero ¿usaste precaución?, no, ¿y tú?, tampoco, ¿por qué?, porque no venía en la receta, ¿y tú?, por lo mismo, vale... ¿y ahora qué? Pues ahora rematamos la presentación, ¿qué dices?, pues eso: Ajo y Agua.



¡Bon appetit!


Imagen sacada de internet, si está sujeta a derechos que se me avise y la retiraré.