Hoy hace un mes que
perdí mi zapatilla izquierda de ir por casa. Parecerá absurdo, pero
llevo treinta días calzando una. No es que les tenga un apego
especial, son las típicas zapatillas de tela barata y suela de goma
con un dibujo de un tiburón risueño bordado en el empeine, pero
nada más entrar por la puerta de casa tengo que librarme del yugo
del calzado diario; solo así logro relajarme.
Sin embargo, cuando la
perdí, no fui consciente de lo que eso trajo consigo. Por un lado no
he podido reemplazarlas, y eso que, cerca de casa, y para mi
sorpresa, hay una tienda exclusiva de este producto. La primera vez
que la vi fue, casualmente, pocos días después de perder la
zapatilla. Esa coincidencia me pareció algo extraña, además, nunca
habría pensado que pudiera existir un comercio que se dedicara a ese
monopolio. No obstante, entré decidido a por un nuevo par, pero una
vez dentro, me asoló la típica e indeseable sensación de tener que
pasar una página que no era capaz. Me di la vuelta y me largué. Días
después lo intenté de nuevo, pero con el mismo resultado, y eso me
llevó a la cuestión de ir con un pie desnudo por casa. Una imagen
que me transporta, con un vívido y límpido recuerdo, al día que la
extravié.
Fue después de
acompañar a mi mujer al garaje. No tenía que hacerlo, había dicho
ella, aun así lo hice. Una vez en el parking, subió al coche y, sin
siquiera despedirse, se fue. Luego regresé a casa, fui al
dormitorio, me descalcé y, al querer ponerme las susodichas
zapatillas, me di cuenta de que solo había una.
Busqué por todas
partes: dormitorio, salón e incluso entre los armario altos de la
cocina..., pero nada. La verdad es que no se me da bien encontrar
cosas. Lo mío es perderlas. Es mi mayor virtud, como decía
irónicamente mi mujer. La suya era encontrar lo que yo perdía. Nos
completábamos de ese modo, nada de pamplinas abstractas, yo perdía
cosas y ella las encontraba. Desde que nos conocimos siempre fue de ese modo,
algo de lo que no fui consciente hasta el primer día en que empezamos a
vivir juntos.
Esa mañana me iba a
trabajar y no encontraba las llaves de casa.
—Cariño, ¿has visto
mis llaves? —pregunté desesperado.
—Claro —replicó con
burla.
—¿Y?, tengo prisa...
—¿Has mirado bien?
—¿Tú qué crees?
—¿Incluso en la
cerradura? —dijo riéndose.
A partir de ese
incidente mi dependencia por su virtud fue en aumento, cosa que a
ella le hacía bastante gracia.
—Cariño, ¿y el mando
de la tele? —preguntaba en una de esas.
—Te has sentado encima
—decía sin esconder una grotesca sonrisa.
—Cariño, ¿mi
chaqueta vieja? —preguntaba en otra.
—La llevas puesta
—respondía con escarnio mal disimulado.
No lo hago a propósito.
Es como una de esas extrañas patologías que suelen aparecer de vez
en cuando en absurdos estudios realizados por universidades
extranjeras.
Sin embargo, llegó un
momento en que sentí que tenía que hacer algo para remediar esta
dolencia. Fue un día después del trabajo.
—¿Dónde tienes el
anillo? —preguntó, sin siquiera saludarme, cuando aparecí por la
puerta.
Lo había perdido hacía
días. Cuando iba a jugar a tenis me lo solía quitar y en una de
esas...
—Está por la mesilla
de noche —dije fingiendo indiferencia. Podría haber apelado a mi
dolencia, pero me pareció que perder ese objeto era algo
inconcebible.
Ella me miró de manera
extraña.
—¿Por qué te lo
quitas?
—Ya sabes, me aprieta
y a veces... ¡pues eso...! —solté con decisión intentando
afianzar mi farol.
—En la mesilla...
—bufó con los puños apretados.
Entonces cogió mi mano
y depositó en ella el anillo. Luego se giró y encerró en el
dormitorio. Fue la primera vez que se enfadó seriamente conmigo.
No es que ella pensara
que yo pudiera tener una aventurilla, ni que la buscara, nuestra
relación, cimentada a base de mis descuidos, estaba por encima de
eso. La causa era causa, que no supe, pero que lo atribuí,
erróneamente, a mi capacidad de perder cosas.
A partir de ahí intenté
mitigar al mínimo mi torpeza. Si extraviaba algo sopesaba la
posibilidad de continuar sin ello. No preguntaba por nada, incluso me
entró miedo de hablar de lo que fuera por si mí dolencia salía
indirectamente a la luz. Al poco, nuestro día a día, se convirtió
en una rutina elemental alternada con incómodos silencios.
Una mañana, al regresar
del trabajo, me la encontré, esperándome, con una gran maleta y
varias lágrimas dibujando el contorno de su cara.
—¿Cariño? —pregunté
sorprendido y algo asustado.
—Me voy —dijo
entrecortadamente.
—Cariño espera...,
¿qué pasa?
—No lo entiendes,
¿verdad? —explotó—. ¡Nos perdimos!, ¡rompiste nuestro
ensamblaje!, ¡nuestra esencia...!, tú... —Un sollozo truncó su
frase.
Agachó la cabeza, cogió
su maleta y salió. Yo la seguí, aunque ella dijera que no lo
hiciera. Intenté decir algo que la apaciguara, pero la pigricia que
había tomado como hábito no ayudaba; me sentía como una margarita
deshojada donde ninguna respuesta queda por salir. Una vez en el
garaje, ante mi impávida desidia, subió al coche y, sin despedirse,
la perdí.
Hoy hace un mes de
aquello. Treinta días a solas contemplando mi pie desnudo; algo que
no deja de recordarme que ese día no solo perdí un zapato de ir por
casa... Lo perdí todo.
Hola Pepe! Tu encantadora historia me ha encantado (valga la redundancia). Has usado un lenguaje muy natural y creíble que me ha atrapado y emocionado. Es cierto que la felicidad se sustenta a menudo en pequeños detalles, en pequeños placeres. El protagonista y su mujer se complementaban indudablemente. Y fue cuando él decidió unilateralmente ocultar sus descuidos o despistes que su relación se quebró. Me ha gustado mucho el detalle de la zapatilla perdida que, de hecho, no puede ser reemplazada, por cuanto simboliza aquello que se ha perdido...para siempre. Excelente trabajo y vuelvo a darte las gracias por el amable comentario que has dejado en mi blog. Un fuerte abrazo y mucha suerte en el Tintero.
ResponderEliminarHola, Beri, muchas gracias por pasar. Me alegra mucho que te gustara. Intenté plasmar justo lo que comentas, me alegra que el mensaje haya quedado más o menos claro. Mucha suerte a ti también, porque tu relato me gustó mucho mucho. Un abrazo.
EliminarUn relato originalísimo, Pepe, inspirado en una relación sólida a base de complementarse los dos miembros de la pareja: uno pierde y el otro encuentra. Nunca se me habría ocurrido un hilo argumental de ese tipo y calibre, je,je. Pero, ya se sabe: las relaciones de pareja son complicadas y a veces inexcrutables.
ResponderEliminarMe ha intrigado tanto la desaparición de esa zapatilla, que he estado tentado de ir al trastero a ver si estaba allí. Cosas más extrañas han sucedido, ja,ja,ja.
Tu pericia narrativa me encanta. Eres capaz de dar la mayor naturalidad a la historia más pintoresca. Me ha encantado volverte a leer.
Un abrazo.
P.D.- El término "pigricia" (en el penúltimo párrafo) ¿significa algo que desconozco o bien se trata de un gazapo tipográfico?
No hace falta que respondas a mi pregunta en la posdata. Estrella ha tenido la gentileza de aclararlo. Juraría que había cosultado el diccionario de la RAE y me había aparecido que este término no existía. Seguramente lo debí teclear mal, je,je.
EliminarJosep, perdona por haber tardado tanto en contestar, es de agradecer que te contesten rápido en los comentarios, pero es que estoy en una situación en la que le debo dinero al tiempo. Menos mal que nuestra amiga y compaňera Estrella me echó una mano en esa palabreja, la cual llevaba tiempo apuntada para encajarla en algún lado. En cuanto al relato, te agradezco mucho tu amable comentario, está basado en hechos reales, así que es original en parte, je, je. Un abrazo.
EliminarPd: es una lástims que no hayas podido participar en esta edición.
Buenas, Pepe.
ResponderEliminarUn relato muy original. Aunque me ha dado pena el pobre hombre, que vida le has hecho pasar.
Un saludo.
¡El se la buscó! Je, je. Muchas gracias Irene.
EliminarHola, Pepe. A mí también me ha gustado mucho tu cuento. Una historia de amor conmovedora y muy original. Felicidades y mucha suerte en el Tintero.
ResponderEliminarGracias, Marta. Un fuerte abrazo y suerte a ti también.
EliminarUn relato muy original, desarrollado con gran habilidad narrativa, con un lenguaje fresco y natural y unos ágiles diálogos. La historia engancha desde el inicio y se sigue con creciente interés hasta el inspirado y filosófico desenlace. Manejas con evidente soltura una trama argumental a medio camino entre el humor surrealista y el absurdo existencial. A destacar esas dos medias naranjas, que tan bien se complementan: una perdiendo cosas, y la otra, encontrándolas.En conjunto, el resultado es realmente bueno. Se nota que tras la aparente sencillez, subyace un gran trabajo de elaboración para que el conjunto final funcione como una máquina bien engrasada. Mucha Suerte en El Tintero. Un abrazo, Pepe.
ResponderEliminarPaco, primero enhorabuena por tu recién Tintero, claro y meritorio ganador. En cuanto a tu comentario me has dejado sin palabras pero con los colores puestos. Muchas gracias por tus apuntes, me alegea que te gustara. Un abrazo y suerte para ti también.
EliminarHola Pepe
ResponderEliminarUn relato de amor-desamor basado en la pérdida de una zapatilla, me parece una idea maravillosa, ¿no dicen siempre que hay que fijarse en los detalles? Pues tú te has fijado!
Enhorabuena, suerte y saludos
Los detalles, ay, ay, esas desgracias que pueden llevarte a la ruina... Sí, quise dar otro punto de vista más empírico al asunto de pareja. Me alegra un montón que te gustara. Un fuerte abrazo y suerte!
EliminarHola Pepe. Coincido en destacar la originalidad del relato, una historia ocurrente y muy bien sustentada, un matrimonio cuyos defectos se complementan hasta que cuando eso desaparece, la relación decae hasta la ruptura. Detrás de la historia se esconde la idea, muy cierta, de que muchas veces los pequeños detalles son los que sustentan una relación y cuando faltan, esta se resiente. Diálogos muy naturales y divertidos, que aportan frescura al relato. Y esa zapatilla que da título a la historia, como símbolo de lo que se ha perdido. Buen trabajo con buenas puntuaciones sin duda. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Jorge, como le dije a Paco, me has sacado los colores. Me alegra la aparente claridad que está acogiendo un relato tan metafórico. Muchas gracias y suerte.
EliminarPor cierto, felicidades por el tintero, con la guerra esa de las Estrellas me reí de lo lindo.
Un abrazo.
¡Hola, amigo y compañero Pepe!
ResponderEliminarLeyendo tu relato me ha llevado a relacionarlo con otro tuyo anterior que presentaste para el reto de Café Literautas, escrito con este mismo estilo surrealista, aunque el otro de la lluvia tenía un componente más añadido como era la magia de la realidad y se podía calificar como realismo mágico.
Aquí nos presentas otra realidad cargada de simbolismo: un par de zapatillas que simbolizan también esa pareja estable que después va perdiendo consistencia a través de los "túneles" del silencio y la falta de confianza entre ambos... Cuando la mujer se va definitivamente de casa también desaparece la zapatilla y de ahí que exista ese paralelismo de carácter simbólico.
Considero que hay buen equilibrio entre lo prosaico y la parte dialogada, por lo que tiene bastante fluidez y las piezas encajan con coherencia.
La escena del anillo también es digna de subrayar al destacar el sinsentido de la relación, lo que nos conduce al desenlace de la historia confirmando ese estado de soledad simbolizado por ese pie desnudo.
Esta vez se aprecia, que lo has escrito con suficiente tranquilidad y perfección à la hora de narrarlo. Mi enhorabuena y confío que obtengas un buen puesto en el concurso.
Un fuerte abrazo.
P.D. el vocablo "pigricia" que comenta nuestro común amigo Josep, sí existe en el diccionario de la R.A.E y significa pereza, ociosidad, negligencia, descuido.
ResponderEliminarAmiga Estrella, ¿qué decirte que no sepas? Muchas gracias por echarme una mano con lo de pigricia, Josep me hizo dudar, je, je. Sí que tienes razón con lo del relato de "Lluvia", aunque este quise hacerlo menos metafórico, y parece que lo conseguí. Muy buen análisis del relato, la zapatilla es clave.
EliminarMuchas gracias, un fuerte abrazo y mucha suerte.
Pd: ya leí las indicaciones de tu becaria, me reí mucho, como siempre, pero pasaré a saludarla personalmente.
Hola Pepe,
ResponderEliminarEstupendo humor encerrando verdadera sabiduría y conocimiento de la vida. Muy bien planteado. Uno sonríe o casi ríe al comienzo y luego va pasando a otra clase de sonrisas hasta llegar a la pena por quien no supo comprender. Un aplauso. Buen lugar en el concurso. Un abrazo
Gracias, Juana, me alegra mucho que te gustara y qué te rieras de varias formas. Sabiduría y conocimiento de vida... Esa frase es preciosa. Un fuerte abrazo y mucha suerte.
EliminarHola, Pepe: Me ha gustado muchísimo el entretejido de tu historia, deslizándose por la casa y haciéndonos sonreir con el ovillo de cosas perdidas. Para caer "de cola" en que ese era el eje existencial de la pareja: la aceptación de las diferencias, la complementariedad. Buscando parecer perfecto, se quedó rengo, solo y con una sola zapatilla. Un buen símil. Suerte para vos.
ResponderEliminarSé que te gustan este tipo de historias, y si esta te gustó, Beba, es que algo hicr bien. ¿"Se rengo"? Acabo de leer un libro de un escritor argentino y estoy versado en esos vocablos, pero ese no lo leí, je, je. Un fuerte abrazo y suerte.
EliminarPd: felidicades por el puesto en la pasada edición.
Excelente relato donde esa "dejadez o pereza" agota con el tiempo, me sentí identificada, pues el hecho que alguien piense que él otro no tiene límites o su paciencia no se agota, es imperdonable, que "los detalles no se cuiden" este tipo de personas que viven una vida sin dar importancia a los detalles, realmente no aprecian el sentido del amor verdadero, el cuidar al otro y el conocer al otro, siempre piensan que el otro está allí para que tú les encuentres o resuelvas la vida, o sigas esperando que él solucione lo que tienes tiempo quieres resuelva, pero no tiene el tiempo. Es un relato metafórico más común de lo que porque ocurren los fracasos amorosos. Éxitos en el Tintero de Oro.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, Raquel, el amor solo es la superficie de una parte mucho más profunda. Como le dije a Josep, este relato está basado en hechos reales, pero solo, y afortunadamente, una pequeňa parte. Tu comentario es bueno y aleccionador para que todo el mundo lo tenga en cuenta.
EliminarUn abrazo y mucha suerte.
¡Qué bueno pepe! Es uno de esos relatos a lo Julio Cortázar que tantísimo me gustan.
ResponderEliminarEn torno a un hecho nimio se forma y conforma toda una historia.
Esta vez, además, has tenido un equilibrio entre la parte narrada y la dialogada, y me alegro, porque nos has dado la oportunidad (al menos a mi), de conocer otras facetas tuyas además de los diálogos que bordas, y ¿sabes Pepe?, hay quienes piensan (peor para ellos), que solo las grandes historias, las profundas, las de mensajes hondos, son literatura. Tus zapatillas, tu modo de hablar de ellas, tiene una ligereza engañosa, nos cuentas de un submundo o supramundo alrededor de ella, de la convivencia, de la pareja, de los roles, de los caracteres distintos, del propio perdedor aferrado a sus zapatilla de tiburón risueño que se niega a reemplazar, acostumbrado a las costumbres. Nos cuentas de un ser humano despistado, con una patología del ser humano varón qhecho a que el ser humano hembra le resuelva lo cotidiano, de esas que contestan a sus perdedores cuando le preguntan dónde está tal cosa, y responde: ”en su sitio”
La perdió por agotamiento existencial (de ella), fijo.
En definitiva pepe, un pequeña GRAN HISTORIA. Te felicito.
¡Anda! Pigricia... y yo viviendo sin saberlo ¡qué cosa! :))
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tu amable comentario, Isabel, me encantan los relatos de Cortazar y si este te recordó a él me alegra mucho. Me alegra que te gustara la parte narrada, suelo abusar de la dialogada pero intenté poner más de esa que de la otra. En cuanto a la historia, muy bueno tu reflexión sobre las zapatillas, no creí que se pudiera profundizar tanto en esa metáfora, y tienes razón, los despistados lo tenemos crudo, je, je.
EliminarMuchas gracias por tan buen y amable comentario. Te deseo mucha suerte en el concurso y te doy un fuerte abrazo.
Pd:te gustó la pigricia, ¿eh? XD
jejje una palabreja rara rara rara
Eliminarno me hubiera imaginado que algo de lo más común como pueda ser una zapatilla de andar por casa pudiera llegar a ser motivo de ruptura en una pareja. ¡Que bien lo has montado compañero!
ResponderEliminarhe pasado un rato divertido.
Un abrazo.
Muchas gracias, Francisco, pues sí, empecé a tirar del obillo y al final salió una zapatilla de tela, je, je, muchas gracias por pasar, me alegra que te gustara.
EliminarUn abrazo y suerte.
¡Pobre tonto! Era imposible que viera que estaba rompiendo las bases de su relación. ¡Y encima se queda sin una zapatilla! Je, je, je.
ResponderEliminarTe deseo mucha suerte en el concurso. Un abrazo enorme.
¡Bruno! Primero felicitarte por el cuarto puesto, ¡un solo punto! Qué mala pata, je, je. Muchas gracias por pasar y comentar. Me alegra que te gustara, aunque la zapatilla haya desaparecido para siempre, por lo menos le queda la derecha, XD.
EliminarUn fuerte abrazo y mucha suerte.
Tu relato muestra la evolución de una rutina de pareja, donde se van olvidando los detalles por la pereza y la falta de comunicación, que los lleva al desenlace de la ruptura. Se pierden los detalles poco a poco, hasta que se siente la ausencia en uno mismo. Bien simbolizado en ese pie desnudo, una hermosa alegoría.
ResponderEliminarBuena historia, Pepe. Suerte.
Un saludo.
P.D. (Tengo que pedirte disculpas porque has dejado comentario en mi blog, en el relato del concurso, y por un error lo eliminé sin darme cuenta. Lo siento, no pude corregir el error y recuperarlo, y quedé sin tus palabras. Esa es la penitencia)
Hola, Carmen, esa pereza, esa dejadez, es la que al final puede que nos de en la cara con mayor fuerza por no haber sido conscientes, o por lo menos eso le pasó al tipo del relato que muy bien has comentado. Me alegea que te haya gustado. Un abrazo y mucha suerte.
EliminarPd: no te preocupes, ahora mismo vuelvo a pasar por tu blog y te leo y comento de nuevo, ;).
Hola, Pepe. Me encantó la historia! El punto de vista del protagonista es tan absurdo y tan significativo a la vez! Una zapatilla, cualquier cosa, puede llevarnos al momento de revivir ese dolor. Muy bien logrado tu relato y además aprendí una palabra: "pigricia".
ResponderEliminarUn abrazo
Hola, Mirna, esa era la idea, dar el ejemplo de cómo las cosas más insignificantes pueden tener su importancia. Me alegra mucho que te haya gustado. Un abrazo y nos leemos!
EliminarPepe un relato muy divertido donde el hijo conductor de una zapatilla haya llegado hasta la rotura de la pareja. Ella ya estaba cansada de encontrar por sus despiste sus cosas y él no se dio cuenta que por ello hasta la perdió a ella. Un abrazo
ResponderEliminarHola, Mamen, me alegra que te divirtiera el relato. Una zapatilla ha dado basante de sí, je, je. Un abrazo.
EliminarSaludos Pepe, una interesante historia de amor y separación, Quizá la zapatilla perdida pueda ser un puente para salvar la relación si el retomase su patología y le preguntara a su mujer si ha visto la zapatilla ;), porque parece que al él tratar de no ser más olvidadizo perdió su relación. Éxitos y bendiciones!
ResponderEliminarHola, Mery, muchas gracias por pasar y comentar. Podría haberle preguntado, pero una vez perdió la zapatilla ella ya se había ido, así que se quedará como está, je, je.
EliminarUn abrazo!
Hola Pepe, pues me gustó esta historia, la he leído de corrido. Has enlazado el principio con el final y en medio toda la historia de una relación de pareja que al final se frustra por que uno de ellos no sigue haciendo lo que tiene por costumbre y que da razón a la relación. Me ha parecido curioso que esos lapsus de perdidas sean los motores, el kips de mantenimiento. Un abrazote
ResponderEliminarHola, Eme, encantado de verte por aquí. Sí, esa era la intención, hacer una historia simétrica, con movimiento en espejo (je, je, je, qué cosas más raras digo a estas horas). Me alegra que te gustara. Un abrazo y mucha suerte!
EliminarTriste y bonita historia nos dejas, Pepe, bonita en el sentido de como la has escrito. Pese a que no hay descripción alguna del protagonista, te aseguro que lo he podido ver cojeando sin una zapatilla, buscándola debajo de la cama o su gesto al darle su mujer el anillo, me ha encantado! He logrado visualizar por la forma tan amena y cercana en que está escrito. Sí, como dicen por aquí arriba, la paciencia no es inagotable.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte y mi ENHORABUENA por haberte sabido colocar entre los mejores de la granja. Te deseo un éxito aún mayor para esta edición.
Hola, Carla, me alegra que te gustara pero sobre todo que pudieras imaginarte la escena, en realidad hay poca descripción, los personajes ni siquiera se les conoce nombre, intenté escribir algo ameno, como una anecdota que da más de sí. Me alegra mucho que te gustara. Muchas gracias por pasar y mucha suerte y éxitos en el tintero también.
EliminarUn abrazo.
Hola Pepe, me fascinó tu historia, me mantuvo absorta mientras la leía, no me imaginaba ese final.
ResponderEliminarTe ha quedado genial, me gustó mucho, tanto por el contenido como por la forma de contar los hechos.
Un abrazo y suerte en el concurso
Puri
Hola Dulcinea, me alegra mucho que te gustara el relato y que te sorprendiera el final. En el fondo de eso se trata, no? Un abrazo y suerte también.
EliminarSé que no soy original al hablar de tu original historia, pero es lo que hay. Una zapatilla metafórica que desaparece a la vez que su mujer, en una relación de encaje y complemento. Cuando él oculta o mitiga sus descuidos, desaparece el sentido y la necesidad de ella. Un relato fresco que conlleva un gran trabajo para un resultado magnífico. Saludos y suerte en el Tintero.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras José. Me alegra mucho que te gustara. Me gustó mucho eso de relación de encaje y complemento, je, je, hay que estar apegado a algo, ¿no? O eso suelen decir. Un abrazo y mucha suerte.
ResponderEliminarHola Pepe, buenas noches.
ResponderEliminarMi enhorabuena por tu Tintero de bronce tan merecido.
Un fuerte abrazo.
Hola, Estrella, muchas gracias. La verdad es que ha sido una sorpresa. Un fuerte abrazo para ti también y cuidate en estos días que tenemos que continuar leyéndonos.
Eliminar¿Ves Pepe? Te lo dije, un relato estupendo, a mi me gustó un montón.
ResponderEliminarEnhorabuena por tu TINTERO DE BRONCE.
Nos vemos a la vuelta de la esquina (si la poli no nos pone una sación)
Isabel! Muchas gracias, me alegra mucho compartir podio con dos grandes escritores como paco y tú. No lo esperaba de veras. Nos leemos, y la poli la tengo de mi parte... Soy uno de «esos» que maňana le toca trabajar;). Un abrazo.
EliminarFelicidades Pepe por ese Tintero de Bronce. Un abrazo!
ResponderEliminarJorge, muchas gracias, y enhorabuena a ti por el puesto, en realidad cualquiera de los dos podía haberse llevado el Tintero de Bronce, la suerte declinó la balanza, je, je.
EliminarUn abrazo y nos leemos!
ENHORABUENA, Pepe, por tu merecido Tintero de Bronce. El relato era realmente bueno. Me alegro de tenerte como cualquier compañero de podium junto con la gran Isabel.
ResponderEliminarUn abrazo.
Nos vemos en Marte.
Hola, Paco. Muchas gracias. Yo también me alegro de compartir podium con vosotros dos. Un abrazo y eso, no vemos en Marte, aunque yo soy más de Saturno, je, je.
EliminarFelicidades por la Zapatilla de bronce (perdón, por el Tintero quise decir) Un relato merecedor,sin duda, del podium. Un abrazo
ResponderEliminarJosé, muchas gracias, este relato me sirvió para encontrarla, je, je. Enhorabuena a ti por la también merecidísima mención. Un abrazo.
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