¿Dónde estoy?
Está todo… negro, muy negro, pero no en un sentido figurado, sino en el de que no consigo ver nada. Qué sensación más rara, ¿y por qué no consigo moverme? Tengo la impresión de ser solo pensamiento, como si no tuviera nada más que consciencia y solo consciencia. ¿Estoy muerto? ¿Es así como nos sentimos una vez nos vamos al otro barrio? ¿Consciencia y nada? ¿Una eternidad de remordimientos, pensamientos y la sensación de unos dedecillos juguetear con el aire…?
Un segundo, ¿la sensación de unos dedecillos moviéndose en el aire? ¡Puedo mover mi mano! O por lo menos soy consciente de ella, como si fuera una parte de mi existencia alojada fuera de mismo. ¿Y eso qué significa? Ni idea. Solo sé que soy consciencia y una mano que juega sola. ¿O la muevo yo sin querer? Ahora va hacia arriba, ahora hacia abajo y ahora se detiene a tocar algo de como de tela. ¿Cómo que algo de tela? ¿Y dónde estoy tocando? Por la situación parece que está donde debiera estar mi cara, pero al parecer no tengo cara, sino algo suave, como terciopelo. Eso es absurdo. No es que mi cara sea de tela, ¡es que tengo algo encima! ¿Y por qué no tiro de ello y me descubro al…? ¡Oh! Cuánta luz. ¿Qué hacen ahí arriba esos terribles focos? ¿Y qué es esto que tenía en los ojos? Es un… ¿Sombrero? ¿Qué narices hago yo tirado en el suelo con un sombrero en la cara?
¿Y por qué no me acuerdo de nada?
Todo parece indicar que en algún momento de mi pasado he sentido la necesidad de acostarme en el sitio donde me encontrara y echarme una siestecita. ¡Vaya! Pues problema resuelto. Estoy en el suelo de…
¿Dónde?
Será mejor que me levante. Si puedo. Me siento cansado, muy cansado. O más bien, siento mis articulaciones ausentes. Quizá estén también durmiendo y necesiten un empujoncito como he hecho con la mano. A ver, brazos, empujar al cuerpo… ¡Qué ridículo! Pero funciona. Vale, ya estoy de rodillas. Ahora, piernas, venga, ¡arriba! Eso es. Por fin estoy de pie. Y ahora… Ahora a ver cómo salgo de esta, porque, ¿dónde estoy?
Nunca había visto nada parecido. Cuántos sombreros. Esto debe ser una tienda de sombreros, pero nunca he estado ni conocido de ninguna; no sé quién podrá poseer hoy en día un establecimiento de estas características, pero se tiene que poseer una visión capaz de ver más allá de cualquier horizonte para pensar y pretender progresar vendiendo esta clase de complemento de vestir tan pasado de moda. Además, ¿por qué sombreros? Esto debe significar algo… La primavera ya comienza a menguar, pero la aparición tan repentina de esta prenda en concreto… Parece como si el invierno quisiera perdurar, como si el establecimiento en sí quisiera decirme algo, pero ¿qué? Ni idea. Ni siquiera recuerdo haber entrado aquí.
Lo único que tengo en claro que estoy muy cansado. Piernas engarrotadas y los pies me pesan casi más de lo que puedo soportar. Puede que por eso habré caído rendido al suelo. Se ve que un cansancio ha hecho presa de mí de tal modo que continúo empapado de él. Y eso me lleva a pensar que mejor primero debería recordar cómo he llegado aquí, seguro que así se me viene el modo de salir de este antro y eso será mejor que divagar con la esperanza de que mis fuerzas aguanten más que la suerte de no encontrar una salida.
Pues nada. No me viene nada. Parece que a mi mente aún le falte tiempo para encontrarse. Es normal. La cabeza es lo último que despierta, aunque este letargo es bastante inusual… Dicen que contra el bloqueo lo mejor es pensar. Llenar la cabeza con cualquier cosa. De qué la lleno. A ver, veo un largo pasillo, lleno de estanterías con sus sombreros en ambas paredes, esta luz fuerte que hace que todo brille y se vea todo tan distorsionado… Es un lugar demasiado irreal, pero debe de haber algo más. Algo que se me escapa. Algo como… ¿Qué tengo en la mano? Es un sombrero. ¿Cuándo lo he cogido? Un momento; tengo la sensación de que ya lo he visto antes… ¡Eso es! Este sombrero está empezando a evocar mis primeros recuerdos, aunque son algo difusos, oscuros, negros, como si no trataran de nada… ¡Claro! Este era el sombrero que tenía en la cara y no me dejaba ver.
Seré tonto.
Un ser tonto, inútil y tremendamente cansado.
¿Y si me sentara?
Creo que sería una buena idea.
Descansar un poco para pensar.
Pero ¿podré?
¿Me dejarán mis piernas engarrotadas?
Venga, hagamos como antes: piernas, ¡flexionar!
Eso es.
Ahora encogerse y descansar.
Así mejor.
Y ahora, a pensar. A recordar, aunque siga incómodo con la espalda encorvada… Lo mejor será que me acueste, aunque el suelo esté frío y duro; bueno, frío sí, pero quién me iba a decir lo cómodo que es. Además, creo que es lo que mi cuerpo y mente necesita. Si no fuera por esta espantosa e intensa luz. Parece ser que una tienda de sombreros debe de tener una luminaria considerable; un foco potente y desde una posición elevada resalta mucho más las clarividencias alopécicas que un sombrero pueda saldar u ocultar. ¿Y si me pusiera este sombrero tan bonito que no sé qué hace en mi mano delante de la cara?
Venga. No me queda otra.
Ya estamos de nuevo. Otra vez oscuridad total. ¿Podré pensar ahora en algo? No sé. Todavía siento el cansancio en unos párpados que me pesan como si tuvieran atadas dos pesadas losas. Así no voy a sacar nada en claro. Lo mejor será dejarme llevar, dormir y que el sueño repare mi consciencia. Sí. ¿Por qué no? Al parecer, eso es lo único claro que tengo: dormir.
Pues a dormir.
Seguro que cuando despierte todo volverá a estar en orden.
Seguro que cuando despierte ya sabré por fin dónde estoy;
Seguro que entonces sabré llegar al otro lado de esta onírica experiencia, o por lo menos, recordar.
Por cierto, ¿cuántos días llevaré así?