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El animal





—¿Has visto eso?
—¿Qué?
—Por el arcén, ¿no me digas que no lo has visto?
—No... y eso que voy conduciendo .
—Estás demasiado concentrado en la carretera.
—La autopista está abarrotadísima... ¡como para ir despistándose!
—Lástima.
—¿De qué?
—De que no hayas visto al animal que acaba de pasar.
—¿Un animal? ¿Estás seguro?
—Completamente
—¿Y por qué es una lástima?
—Era increíblemente maravilloso.
—¿En serio? ¿Qué animal era?
—No sé, nunca antes lo había visto.
—¿Nunca? No te habrá dado tiempo de fijarte bien.
—Pues si que me ha dado tiempo, de hecho, cuando hemos pasado por su lado, he notado como si el tiempo se detuviera y pudiera deleitarme con su anatomía y forma.
—Claro... Y después de esa paranoia que te ha asaltado mirando ese bicho, ¿no has podido vislumbrar qué era?
—No y si no fueras tan maniático con lo tuyo también lo habrías visto.
—¿Tan maniático? ¡Estoy conduciendo, inútil! Maniático dice...
—Vale, no te enfades. A ver si vuelvo a verlo y adivino qué es; tú continúa con tus cavilaciones.
—¡Joder! Mira que llegas a ser exasperante... Descríbemelo.
—Déjalo...
—¡Que me digas cómo era!
—Si no rebajas ese tonito paso de hablar contigo.
—¡Ufff! ¿Podría su santidad adjetivar al empecatado animal?
—No sé si prefiero el sarcasmo al despotismo...
—¡Venga!
—Vale... Era grande, muy grande.
—¿Grande...? ¿Como un perro de esos que llevan un barril con brandy caliente para cuando rescatan a alguien?
—¿Un perro? Creo que lo hubiera advertido.
—¿Un oso?
—Un... ¿oso? Nunca he escuchado ese nombre.
—¡Venga ya! Si es uno de los animales más difundidos del mundo: muñecos de trapo, dibujos, marcas, escudos... ¡hasta en la sopa!
—Vaya, qué raro no haber visto jamás uno para ser tan cotidianos.
—Bueno, yo realmente tampoco, solo por televisión.
—¿Televisión?
—Sí, ¡televisión!, esa caja tonta que nos emboba a diario.
—¡Ah...! Y, a parte de grandes..., ¿cómo son?
—Son peludos, los hay pardos, blancos...
—Entonces no. Este era más bien grisáceo y sin pelo.
—¿Que qué?
—Ha sido algo raro.
—Gris... pelado... ¿Un hipopótamo?
—¿Un qué?
—¿No me digas que tampoco sabes lo qué es un hipopótamo? Si hasta anunciaba pañales hace unos años.
—¿Un animal anunciando pañales?
—No era un animal de verdad, sino un muñeco.
—¿Como los osos?
—No, más bien algo como una marioneta.
—Déjate de peleles; el animal que he visto era real.
—Ya bueno, me refería al del anuncio; los hipopótamos son reales.
—Y calculo que también los habrás visto en la... ¿televisión?
—No, en este caso lo vi con mis propios ojos en un safari, incluso tengo una fotografía.
—¿«Safa...» qué?
—¡Safari! Es como un zoo.
—¿Como un zoo?
—Sí, el primero es parecido a una aventura que haces por un recinto, de hecho en suajili significa «viaje». El zoo es más bien como un parque de atracciones o museo con animales expuestos.
—¡Cuántas cosas sabes...!
—Chorradas que se me van quedando con el paso de los años.
—Qué envidia, a mí no se me queda nada... ¿Y cómo es ese animal?
—Pues es grande, grisáceo, casi sin pelo, cabeza redonda, orejas pequeñas...
—No... Creo que no era un hipopótamo.
—Pues entonces, no sé... ¿Tenía una trompa?
—¿Qué?
—¡Trompa! Como un brazo pegado a la cabeza.
—Ahora que lo dices, sí, pero no era como un brazo, sino puntiagudo, rígido y punzante.
—¿Cómo...? ¿Has visto un pez espada o qué?
—Ya te he dicho que no lo sé..., ¿cómo es ese pez?
—Pues... grande, grisáceo, sin pelo y con una gran protuberancia que sale de su cabeza, como si su nariz fuera un largo aguijón.
—Pero, ¿los peces no deberían ir por el agua?
—Esto... ¡ya!, pero es que lo que me dices no me cuadra con nada. Estamos divagando entre perros, osos, hipopótamos, elefantes, peces... No sé qué animal puede ser grande, grisáceo, sin pelo, con un largo pincho en la cara y que además le guste ir por los arcenes de las autopistas mareando a la peña.
—Tienes razón... mejor pasemos del tema.
—¡No, ahora quiero saberlo! Dame más detalles.
—Si es que ya ni me acuerdo. Me has llenado la cabeza de tantos animales...
—¡No me jodas!
—A lo mejor vuelve a aparecer...
—¡Claro! A lo mejor podrías...
—¡Espera! ¡Míralo!
—¿Dónde, dónde...?
—¡Ahí! ¿Lo has visto ahora?
—Eh... ¡No!
—Joder, abre los ojos...
—Pero, ¡si no quito la vista de la carretera!
—Pues estaba ahí; lo hemos vuelto a perder...
—¡Ya! Me parece a mí que vamos a quedarnos sin saber qué dichoso animal es.

6 comentarios:

  1. Nos planteas, amigo Pepe, una historia sencilla, divertidísima, amena y con un ritmo alucinante al construir su argumento en modo dialogado. Nuevamente me repito como las lentejas...je, je, je pero la verdad es que te mueves por esta autopista del diálogo como pez en el agua, manteniendo el suspense hasta el final y dejando pistas al lector para que lo resuelva. ¡Fenomenal!
    Un fuerte abrazo.

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    1. Pues la verdad es que las premisas del reto no me traían ninguna historia, así que al final tiré de algo, ambiguo, con lo que me sentía cómodo y que al final me acabó gustando, je, je.

      Muchas gracias por pasar, amiga y apreciada Estrella, me alegró que te gustara

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  2. ¡Hola, Pepe! Una historia Brillante, con mayúscula. No solo por la forma dialogada, naturales, caracterizadores de los personajes, impulsores de la historia..., sino por cómo has conseguido elevar lo concreto a algo universal. Tenemos el realismo pragmático y racional, frente al idealismo, fantasioso y mágico. Un animal nunca identificado (apuntaría a un unicornio), sirve de excusa para mostrar que la realidad depende de los ojos del observador. Una reflexión ficcionada genial.
    Un fuerte abrazo y enhorabuena, Pepe!!

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    1. David!!! Muy buenas! Pues muchas gracias por tus amables palabras, sobre todo por ese análisis tan minucioso, profundo, técnico y muy gratificante, te juro que si me hubiera plantificado hacer el texto a partir del análisis me habría bloqueado, je,je. Por cierto... No es un unicornio,XD.
      Un fuerre abrazo!

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  3. Ja,ja,ja. ¡Qué bueno! Me has hecho reír con ese diálogo para besugos, je,je. La verdad es que me has tenido muy intrigado, y no solo para saber de qué bicho se trataba (llegué a pensar en un unicornio, pero lo del color grisáceo me ha desengañado) sino quién era o qué era ese copiloto tan ignorante (¿un extraterrestre?). Y al final nos has dejado en ascuas, je,je.
    Eres brillante creando diálogos e inventando historias hilarantes.
    Un abrazo.

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    1. Me alegra que pasaras un buen rato, Josep, y muchas gracias por tus piropos. A mi loquero le digo que oigo voces, pero en realidad son mis personajes dialogando por mi cabeza, je, je.
      Lo del extraterrestre es que el texto es para un taller y pedían que hubiera alguien con pédida de memòria, y por eso parece que el tío no sabe ni recuerda nada.
      Por cierto, como le dije a David, no es un unicornio...
      Un fuerre abrazo.

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