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El mundo de los postres navideños

Llego un poco tarde, pero aún queda mucha Navidad por disfrutar y degustar...

Todo empezó con un reto que lanzó David Rubio Sánchez desde su blog. Se trataba de realizar un texto a ocho manos junto con Estrella Amaranto y Rosa Berros Canuria. La idea fue buena, la elaboración mejor y el resultado, bueno, realmente inmejorable.

Así que, sin más dilación, vayamos al relato.



EL MUNDO DE LOS POSTRES NAVIDEÑOS



Felicidad, familia, reencuentros, sentimientos aglutinados junto con manjares típicos... En Navidad, la dulzura impera por cada rincón, pero si hay un mundo donde ese sentimiento adquiere todo su significado es en «El mundo de los postres navideños».
Sin embargo, a pesar de su dulzura, hubo una vez que esa condición quedó en entredicho:
Era víspera de Nochebuena y la casa de Don Turrón bullía. Cada año, todos los familiares repartidos por el mundo se encontraban allí y pasaban un rato en compañía antes de ofrecer su dulzura a los humanos.

—¿Qué tal por tierras teutonas, querida? —preguntó don Turrón a Berlina, su esposa, nada más llegó.
—Poco, ya sabes... ¿y el pequeñín? ¿Dónde tienes a mi Polvoroncillo? —contestó ella.
—Ha salido un momento con su hermano Mazapán...
—¿Dónde? Necesito abrazarlo después de tanto...
—Han ido con el abuelo a no sé qué —interrumpió Torrijas de leche, la viuda y cuñada de Don Turrón.
De pronto, la puerta se abrió y entraron los pequeños con Alfajor, el abuelo.
—¡Mis pequeños! —gritó Berlinesa abrazando a ambos—, qué ganas tenía de acariciar vuestra dulzura.
—¡Nuera! ¡Ya viniste acá! —irrumpió Alfajor sin siquiera moverse del umbral, como si extrañamente no quisiera entrar todavía.
—¡Abuelo! —exclamó Berlinesa—, entre, ¿qué hace ahí parado?
—Pues veréis... —dijo el abuelo echándose a un lado y dejando paso a un familiar que hacía mucho que no se presentaba en las reuniones familiares y que puso en jaque esa típica personalidad tan dulce: Helado de chocolate vegano con té verde.
La primera en cuestionar su presencia fue una de las tías Peladilla:
—¿Y ese qué hace? Menudo postre de Navidad más triste. Helado, frío como el tiempito que tenemos y encima sin mantequilla ni nata ni nada rico.
—Ja, ja. Parece un ratoncito mustio. ¡Eh, tú, Helado de chocolate vegano con trocitos de té verde! —¿habrase visto qué nombre más rimbombante?—, ¿entiendes castellano? Sí, soy yo, Torrija.
—No deberías burlarte tanto, Torrija —dijo serio Alfajor—. Tú que tan pronto sirves de postre navideño como de postre de Pascua no eres la más apropiada para criticar a los demás.
—Bueno, padre, de todas formas hay que hacer algo. Solo faltaría que les gustara más a los humanos y nos relegaran para siempre —se lamentó Turrón, haciéndose eco de lo que todos sentían y no se atrevían a confesar.
—Pues encima de mí estaría muy bueno —dijo Torrija un poco amoscada por el rapapolvo de Alfajor—, aunque para eso tendríamos que derretirlo.
—Ja, menuda idea —exclamó don Turrón—. ¿Por qué no lo metemos en el microondas? Un poquito y a baja potencia…
—¡Ay, querido esposo! No sé qué me da…
—Berlinesa, no vamos a matar a tu hermano solo quitarle ese aire tan… frío.
—Es verdad, se da tantos aires…
—¡¡¡¡Nooo!!! —gritó Polvoroncillo—. No quiero que queméis al tío cocholate.
La cena de Nochebuena fue todo un éxito, aunque no para todos los miembros de la familia de don Turrón. Helado de chocolate vegano yacía desmadejado en un cuenco: el mismo en que, a baja potencia y durante unos segundos, había permanecido en el microondas; lo suficiente para perder su apetitoso aspecto cremoso y adquirir la consistencia del barro mojado. Nadie en la mesa se dignó mirarlo más que para apartarlo a un lado y abrirse camino hacia una Peladilla. Los humanos disfrutaron con los dulces tradicionales. Don Turrón y los niños, Polvoroncillo y Mazapán, fueron los triunfadores absolutos de la cena, aunque Berlinesa, Alfajor y demás familiares también recibieron la atención merecida aquella noche.


En la mañana de Navidad, casi todos los postres se engalanaron para ofrecer de nuevo sus encantos gustativos a los humanos. El casi era Polvoroncillo que intentaba encaramarse al cuenco en el que se hallaba Helado de chocolate vegano con té verde.
—¿Necesitás ayuda?
Polvoroncillo se giró para ver a su abuelo rodando hacia él.
—¡Hola, abuelo Alfajor! ¿Oyes eso? Parece que el tío cocholate vegano está llorando. No me gustó lo que hicieron papá y los demás.
—Estuvo muy mal, por muy altanero que sea ese tipo no se lo merecía, y menos en Navidad. Va, subí encima de mí para ver cómo está.
Y así hizo el pequeño. Dentro del cuenco, pudo observar las lágrimas de chocolate que saltaban como los chorros de una fuente.
—¿Cómo estás? —preguntó Polvoroncillo.
—¡Ay, ay! ¡Mira lo que me hicieron! ¿Así se recibe a un familiar?
—Lo… lo siento. ¿Puedo hacer algo?
—¡Llévame de nuevo a la nevera, te lo suplico!
Polvoroncillo bajó de Alfajor dispuesto a ello, aunque no sabía cómo podrían hacer tal cosa, siendo él pequeño y su abuelo, anciano. En ese momento, llegó don Turrón.
—¿Qué hacéis todavía aquí? Los humanos pronto van a reunirse a la mesa.
—Disculpá, creo que Polvoroncillo tiene algo que decir.
Polvoroncillo observó al terco de su padre y apenas balbuceó:
—De... deberíamos llevar a tío cocholate a la nevera.
—¡¿Qué?! ¡Un rotundo no! Ya lo entenderás cuando crezcas. Vamos, que están a punto de servirnos.
Los postres aterrizaron en la mesa, felices y preparados para ser degustados. Pero pasó el tiempo, y ni uno de ellos abandonó las bandejas. Entonces escucharon a uno de los niños humanos que verbalizó la opinión del resto de comensales:
—¿Otra vez lo mismo? ¡Qué aburrimiento! ¿Cuándo podremos comer a Helado de chocolate vegano con tropezones de té verde, mamá?
Y allí quedaron. Abandonados, inadvertidos.
Fue tan decepcionante para los postres tradicionales aquel ostensible rechazo de los humanos, que al llegar la cena de Nochevieja temieron desaparecer del menú. Aquello les llevó a arrepentirse sobre su mezquina conducta con el forastero. Había que devolverle a su primigenio estado, con lo que nada mejor que enfriarlo en la nevera, de ello se encargó Polvoroncillo, pues su inocente súplica a fin de resucitarlo hizo que toda la familia cambiara de actitud, lo que le colmó de alegría, dando saltos y gritos: «¡hip hip hurra... Vivan las fiestas de Navidad y del Año Nuevo!»
Con ese buen ánimo entraron al comedor donde todos lucían sus mejores galas perfumados de aromas deliciosos y con sabores únicos. Los comensales los miraron asombrados y aguardaron que se sentara un niño impaciente, después de cometer una de sus típicas travesuras.
—Disculpa, amigo Helado vegano, pero he tropezado sin querer... en realidad, me han empujado y no sé cómo salir de aquí. —balbuceó nervioso arqueando las cejas, don Turrón, a quien aquel niño al que le gustaba hacer travesuras le había arrojado en el cuenco del postre exótico.
—¡No te preocupes! Podemos hacer un dúo exquisito si ellos se deciden a probarnos. —le contestó con una amplia sonrisa tratando de tranquilizarle.
—¡Ah, no lo había pensado antes, pero me parece una idea genial! —exclamó don Turrón mostrando sus sabrosas y exquisitas almendras en señal de aprobación.
Inquietos por la curiosidad de aquella novedosa fusión de ambos postres, los humanos la saborearon y les encantó.
Aquel incidente les ayudó a comprender que de nada les había valido ser tan prejuiciosos con lo diferente, puesto que la unión de lo tradicional con lo atípico fue lo que contribuyó a realzar sus virtudes y enriquecerse mutuamente.


FIN

10 comentarios:

  1. Un relato genial, lo he leído en el blog de Estrella y me paso por aquí para conocerte. Felices fiestas!!!

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    1. Hola, José, bienvenido. Estas imvitado a pasar las veces que quieras.
      Felices fiestas también.

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  2. Te digo lo mismo que he comentado a tus colegas: es un texto muy original, dando voz a esos dulces que nos acompañan y que desaparecen tan pronto como hacemos acto de presencia en la mesa, je,je. Era justo y necesario dedicarles un cuento de Navidad.
    Enhorabuena por el trabajo tan bien realizado a cuatro manos.
    Un abrazo.

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    1. Gracias, Josep, era justo dedicarles un relato a los pobres dulces, pero después de estos días estoy pensando que también hay que hacerle uno al bicarbonato y la manzanilla, xD.
      Un fuete abrazo y felices fiestas.

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  3. Querido compañero de fatigas literarias ja, ja, ja... Ciertamente ha sido una gozada colaborar con vosotros y disfrutar de ese buen compañerismo que ha estado siempre presente a lo largo de nuestra "elaboración" de este mundo tan singular de "Los postres navideños". No olvidaré nunca esta formidable experiencia y te agradezco mucho tus atenciones y comentarios al respecto de mi participación.

    Te debo comentario en "Café Literautas" pero ando de un lado a otro que no doy más de si, pero ya lo tengo presente.

    Un fuerte abrazo y ¡Feliz 2020!

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    1. Mi queridísima Estrella, solo puedo decir que GRACIAS, ha sido una gozada trabajar contigo en este texto (y ya van dos). Tanto tú como David y Rosa habéis demostrado que sois unas personas maravillosas.
      Espero y deseo que estas fatigas literarias no cejen en el año próximo.
      Un abrazo y feliz año nuevo!!!

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  4. ¡Hola, Pepe! Sin duda ha sido una experiencia enriquecedora, compartir el cocinado de este relato es algo que nunca olvidaré y los correos que nos enviamos oro en paño que guardaré y consultaré.
    Una cosilla formal, en la entrada te aparecen las frases con ese sombreado porque pegaste directamente texto del word, para que no te sucede debes eliminar el formato en el editor de blogger. La tecla para hacerlo es seleccionando el texto y dando a la tecla con una T y una equis. Un fuerte abrazo y aprovecho para desearte un maravilloso 2020!!

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    1. ¡David! Tú has sido el gran artífice de esta experiencia, si se pudo hacer ha sido en gran medida por tu labor en el tintero. La verdad es que me alegro mucho de haberme lanzado a participar en tu blog y que me animaras a montar este. Mi experiencia con la escritura, a parte de ensancharse, me está llenando de nuevas y gratificantes sensaciones.
      Por cierto, gracias también por el consejo técnico; soy un poco torpe con el ordenador y suelo hacer trastadas cada vez que me pongo.
      Un abrazo y feliz año nuevo!!!

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  5. No te conozco
    me has imprecionado
    muchacho de las
    letras bellas

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    1. Bueno, un poco si nos conocemos, por lo menos las letras.
      Un abrazo.

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